El agua es uno de los recursos más preciados. Sin embargo, tres de cada diez personas en el mundo no tienen acceso a servicios de agua potable seguros y la escasez de agua afecta a más del 40% de la población mundial, una cifra que se prevé que aumente en los próximos años. Entre las distintas soluciones para abastecer a poblaciones y regiones de este servicio esencial, especialmente en aquellas zonas donde o bien no existe apenas agua continental o esta es de muy mala calidad, se encuentra la desalinización, proceso a través del cual se puede obtener agua de calidad a partir de agua de mar o salobre. De hecho, en nuestro país llevamos más de medio siglo utilizando este método y es que la instalación de la primera planta desaladora se produjo en Lanzarote en el año 1964, tal y como explican desde la Asociación Española de Desalación y Reutilización (AEDyR).
Pero ¿cómo se consigue obtener agua apta para el consumo a partir de agua de mar? Esta desalinización es posible gracias a distintos procesos físicos y químicos que eliminan los minerales (en su mayoría sal) de aguas salobres o de mar, que suelen realizarse en instalaciones industriales llamadas desalinizadoras o desaladoras, tomando el agua del mar o lagos salados. Una de las dudas que pueden surgir es si esta agua desalada cuenta con la calidad suficiente para su consumo y si los procesos para conseguirla pueden afectar a su sabor. Para lograr esta calidad, la innovación es continua. El agua es un bien escaso en el planeta y las empresas que nos dedicamos al tratamiento del agua, como Veolia, estamos en continua investigación buscando procesos más eficientes.
El uso de agua desalada en el mundo está cada vez más extendido, en Almería contamos con este tipo de plantas, como la desalinizadora de Campo de Dalías que abastece a un total de 250.000 personas de los municipios de El Ejido, Vícar y Roquetas de Mar con agua potable y a 4.600 hectáreas de regadío del denominado Campo de Dalías. La planta, además, puede llegar a producir 97.200 m3 al día y un total de 30 Hm3 al año, es decir, el equivalente a 1,6 piscinas olímpicas cada hora.
Otro de los aspectos que suelen generar dudas es el impacto que estos procesos tienen en el medio ambiente. Durante el proceso de desalinización, se genera un agua de vertido, la salmuera, que es agua con mayor concentración de sal a la que se captó para el proceso. Por ello, en todo proyecto de desalación se realiza un estudio de impacto ambiental y, además, se hace un estudio específico de vertido de salmuera, de forma que o bien se busca verter la salmuera en una zona de rompiente o bien se usan elementos a lo largo de la tubería de vertido que favorecen la mezcla de la salmuera con el agua de mar. En el caso de la desaladora de Campo de Dalías, además de tener una serie de difusores en la tubería que hace que se mezcle la salmuera con el agua de mar, se hace un seguimiento del medio marino para detectar si hay alguna afección por la actividad de la desaladora. En los cuatro años que llevamos de explotación, se está viendo que la afección es nula.
No cabe duda de que la desalinización se presenta como una muy buena alternativa para generar agua de calidad, pero lo realmente importante es seguir luchando contra el cambio climático de manera que no haya cada día más zonas desérticas en el mundo. Por ello, es necesario ofrecer soluciones que ayuden a que nuestras regiones sean más resilientes ante situaciones extremas, más inteligentes, más prudentes en el uso de los recursos naturales, más inclusivas y, en definitiva, que sean lugares más agradables en los que vivir.